Entre los jóvenes de los sectores más pobres de la Argentina, tan solo uno de cada diez (12,4%) llega a la universidad. La brecha es enorme: en el decil de mayores ingresos de la población, casi la mitad de los argentinos entre 19 y 25 años estudia una carrera universitaria. La disparidad se ensancha aún más, a su vez, si se mira la permanencia durante la cursada.
Los datos surgen de un nuevo informe del Observatorio de Argentinos por la Educación, con autoría de Ivana Templado (FIEL), Gabriela Catri, Martín Nistal y Víctor Volman del Observatorio. El documento analiza las desigualdades educativas en el nivel superior a partir de los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), que muestran que la población joven más numerosa se encuentra en el puesto número 2 y el más alto -el 10- es el que incluye menos argentinos entre los 19 y los 25 años.
Si se consideran también las carreras terciarias se registran inequidades. El 17,5% de los jóvenes del decil 1 alcanza el nivel de estudios superiores, mientras que la cifra asciende al 52,3% entre los de mayores ingresos.
La cifra, en realidad, guarda un vínculo estrecho con las tasas de egreso en el nivel secundario: un alto porcentaje de los chicos más pobres no logra siquiera terminar la escuela. La brecha de acceso a los estudios superiores se da en un sistema gratuito y con ingreso irrestricto (sin exámenes ni otros filtros), lo cual lo vuelve casi único en el mundo. Esos dos factores progresivos no alcanzan a incluir a la gran mayoría de los jóvenes vulnerables.
Asimismo, más allá del ingreso a la universidad, las cifras reflejan grados muy distintos de continuidad durante la carrera que también se vinculan al nivel socioeconómico. En el primer año, los estudiantes de menores ingresos (decil 1) representan el 7,9% del total de alumnos, mientras que en el quinto año representan el 1,1% del total. En contraste, en el primer año, los jóvenes de mayores ingresos (decil 10) representan el 5,3% de la matrícula y alcanzan el 12,7% en el último año.
“La educación es uno de los factores vinculados a las posibilidades de empleo: las mayores tasas de empleo se observan entre quienes cuentan con estudios secundarios o superiores completos. Hay un fuerte componente de desigualdad asociado a esta estadística porque tanto la terminalidad del nivel medio, como el posterior acceso, permanencia y finalización de los estudios superiores, están muy relacionados con el nivel de ingresos de los estudiantes”, explicó Ivana Templado, coautora del informe, que agregó: “Para desarticular este círculo, urge regenerar la capacidad igualadora del sistema educativo”.
Durante 2022 se crearán cinco nuevas universidades nacionales; todas ellas en la provincia de Buenos Aires: la de Pilar, la de Cuenca del Salado, la del Delta, la de Ezeiza y la de Saladillo. Con las cinco nuevas casas de estudios, sumado al Instituto Madres de Plaza de Mayo que subirá de rango, serán 63 las universidades nacionales.
De ese modo, este año se reactivará una política de expansión del sistema de educación superior que signó al kirchnerismo. Entre 2003 y 2015, durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, se abrieron 17 universidades nacionales. La mayoría, nueve de ellas, radicadas en el conurbano bonaerense como José C. Paz, Arturo Jauretche, Moreno y Avellaneda.
Entre los jóvenes de los sectores más pobres de la Argentina, tan solo uno de cada diez (12,4%) llega a la universidad. La brecha es enorme: en el decil de mayores ingresos de la población, casi la mitad de los argentinos entre 19 y 25 años estudia una carrera universitaria. La disparidad se ensancha aún más, a su vez, si se mira la permanencia durante la cursada.
Los datos surgen de un nuevo informe del Observatorio de Argentinos por la Educación, con autoría de Ivana Templado (FIEL), Gabriela Catri, Martín Nistal y Víctor Volman del Observatorio. El documento analiza las desigualdades educativas en el nivel superior a partir de los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), que muestran que la población joven más numerosa se encuentra en el puesto número 2 y el más alto -el 10- es el que incluye menos argentinos entre los 19 y los 25 años.
Si se consideran también las carreras terciarias se registran inequidades. El 17,5% de los jóvenes del decil 1 alcanza el nivel de estudios superiores, mientras que la cifra asciende al 52,3% entre los de mayores ingresos.
La cifra, en realidad, guarda un vínculo estrecho con las tasas de egreso en el nivel secundario: un alto porcentaje de los chicos más pobres no logra siquiera terminar la escuela. La brecha de acceso a los estudios superiores se da en un sistema gratuito y con ingreso irrestricto (sin exámenes ni otros filtros), lo cual lo vuelve casi único en el mundo. Esos dos factores progresivos no alcanzan a incluir a la gran mayoría de los jóvenes vulnerables.
Asimismo, más allá del ingreso a la universidad, las cifras reflejan grados muy distintos de continuidad durante la carrera que también se vinculan al nivel socioeconómico. En el primer año, los estudiantes de menores ingresos (decil 1) representan el 7,9% del total de alumnos, mientras que en el quinto año representan el 1,1% del total. En contraste, en el primer año, los jóvenes de mayores ingresos (decil 10) representan el 5,3% de la matrícula y alcanzan el 12,7% en el último año.
“La educación es uno de los factores vinculados a las posibilidades de empleo: las mayores tasas de empleo se observan entre quienes cuentan con estudios secundarios o superiores completos. Hay un fuerte componente de desigualdad asociado a esta estadística porque tanto la terminalidad del nivel medio, como el posterior acceso, permanencia y finalización de los estudios superiores, están muy relacionados con el nivel de ingresos de los estudiantes”, explicó Ivana Templado, coautora del informe, que agregó: “Para desarticular este círculo, urge regenerar la capacidad igualadora del sistema educativo”.
Durante 2022 se crearán cinco nuevas universidades nacionales; todas ellas en la provincia de Buenos Aires: la de Pilar, la de Cuenca del Salado, la del Delta, la de Ezeiza y la de Saladillo. Con las cinco nuevas casas de estudios, sumado al Instituto Madres de Plaza de Mayo que subirá de rango, serán 63 las universidades nacionales.
De ese modo, este año se reactivará una política de expansión del sistema de educación superior que signó al kirchnerismo. Entre 2003 y 2015, durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, se abrieron 17 universidades nacionales. La mayoría, nueve de ellas, radicadas en el conurbano bonaerense como José C. Paz, Arturo Jauretche, Moreno y Avellaneda.
Entre los jóvenes de los sectores más pobres de la Argentina, tan solo uno de cada diez (12,4%) llega a la universidad. La brecha es enorme: en el decil de mayores ingresos de la población, casi la mitad de los argentinos entre 19 y 25 años estudia una carrera universitaria. La disparidad se ensancha aún más, a su vez, si se mira la permanencia durante la cursada.
Los datos surgen de un nuevo informe del Observatorio de Argentinos por la Educación, con autoría de Ivana Templado (FIEL), Gabriela Catri, Martín Nistal y Víctor Volman del Observatorio. El documento analiza las desigualdades educativas en el nivel superior a partir de los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), que muestran que la población joven más numerosa se encuentra en el puesto número 2 y el más alto -el 10- es el que incluye menos argentinos entre los 19 y los 25 años.
Si se consideran también las carreras terciarias se registran inequidades. El 17,5% de los jóvenes del decil 1 alcanza el nivel de estudios superiores, mientras que la cifra asciende al 52,3% entre los de mayores ingresos.
La cifra, en realidad, guarda un vínculo estrecho con las tasas de egreso en el nivel secundario: un alto porcentaje de los chicos más pobres no logra siquiera terminar la escuela. La brecha de acceso a los estudios superiores se da en un sistema gratuito y con ingreso irrestricto (sin exámenes ni otros filtros), lo cual lo vuelve casi único en el mundo. Esos dos factores progresivos no alcanzan a incluir a la gran mayoría de los jóvenes vulnerables.
Asimismo, más allá del ingreso a la universidad, las cifras reflejan grados muy distintos de continuidad durante la carrera que también se vinculan al nivel socioeconómico. En el primer año, los estudiantes de menores ingresos (decil 1) representan el 7,9% del total de alumnos, mientras que en el quinto año representan el 1,1% del total. En contraste, en el primer año, los jóvenes de mayores ingresos (decil 10) representan el 5,3% de la matrícula y alcanzan el 12,7% en el último año.
“La educación es uno de los factores vinculados a las posibilidades de empleo: las mayores tasas de empleo se observan entre quienes cuentan con estudios secundarios o superiores completos. Hay un fuerte componente de desigualdad asociado a esta estadística porque tanto la terminalidad del nivel medio, como el posterior acceso, permanencia y finalización de los estudios superiores, están muy relacionados con el nivel de ingresos de los estudiantes”, explicó Ivana Templado, coautora del informe, que agregó: “Para desarticular este círculo, urge regenerar la capacidad igualadora del sistema educativo”.
Durante 2022 se crearán cinco nuevas universidades nacionales; todas ellas en la provincia de Buenos Aires: la de Pilar, la de Cuenca del Salado, la del Delta, la de Ezeiza y la de Saladillo. Con las cinco nuevas casas de estudios, sumado al Instituto Madres de Plaza de Mayo que subirá de rango, serán 63 las universidades nacionales.
De ese modo, este año se reactivará una política de expansión del sistema de educación superior que signó al kirchnerismo. Entre 2003 y 2015, durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, se abrieron 17 universidades nacionales. La mayoría, nueve de ellas, radicadas en el conurbano bonaerense como José C. Paz, Arturo Jauretche, Moreno y Avellaneda.
Entre los jóvenes de los sectores más pobres de la Argentina, tan solo uno de cada diez (12,4%) llega a la universidad. La brecha es enorme: en el decil de mayores ingresos de la población, casi la mitad de los argentinos entre 19 y 25 años estudia una carrera universitaria. La disparidad se ensancha aún más, a su vez, si se mira la permanencia durante la cursada.
Los datos surgen de un nuevo informe del Observatorio de Argentinos por la Educación, con autoría de Ivana Templado (FIEL), Gabriela Catri, Martín Nistal y Víctor Volman del Observatorio. El documento analiza las desigualdades educativas en el nivel superior a partir de los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), que muestran que la población joven más numerosa se encuentra en el puesto número 2 y el más alto -el 10- es el que incluye menos argentinos entre los 19 y los 25 años.
Si se consideran también las carreras terciarias se registran inequidades. El 17,5% de los jóvenes del decil 1 alcanza el nivel de estudios superiores, mientras que la cifra asciende al 52,3% entre los de mayores ingresos.
La cifra, en realidad, guarda un vínculo estrecho con las tasas de egreso en el nivel secundario: un alto porcentaje de los chicos más pobres no logra siquiera terminar la escuela. La brecha de acceso a los estudios superiores se da en un sistema gratuito y con ingreso irrestricto (sin exámenes ni otros filtros), lo cual lo vuelve casi único en el mundo. Esos dos factores progresivos no alcanzan a incluir a la gran mayoría de los jóvenes vulnerables.
Asimismo, más allá del ingreso a la universidad, las cifras reflejan grados muy distintos de continuidad durante la carrera que también se vinculan al nivel socioeconómico. En el primer año, los estudiantes de menores ingresos (decil 1) representan el 7,9% del total de alumnos, mientras que en el quinto año representan el 1,1% del total. En contraste, en el primer año, los jóvenes de mayores ingresos (decil 10) representan el 5,3% de la matrícula y alcanzan el 12,7% en el último año.
“La educación es uno de los factores vinculados a las posibilidades de empleo: las mayores tasas de empleo se observan entre quienes cuentan con estudios secundarios o superiores completos. Hay un fuerte componente de desigualdad asociado a esta estadística porque tanto la terminalidad del nivel medio, como el posterior acceso, permanencia y finalización de los estudios superiores, están muy relacionados con el nivel de ingresos de los estudiantes”, explicó Ivana Templado, coautora del informe, que agregó: “Para desarticular este círculo, urge regenerar la capacidad igualadora del sistema educativo”.
Durante 2022 se crearán cinco nuevas universidades nacionales; todas ellas en la provincia de Buenos Aires: la de Pilar, la de Cuenca del Salado, la del Delta, la de Ezeiza y la de Saladillo. Con las cinco nuevas casas de estudios, sumado al Instituto Madres de Plaza de Mayo que subirá de rango, serán 63 las universidades nacionales.
De ese modo, este año se reactivará una política de expansión del sistema de educación superior que signó al kirchnerismo. Entre 2003 y 2015, durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, se abrieron 17 universidades nacionales. La mayoría, nueve de ellas, radicadas en el conurbano bonaerense como José C. Paz, Arturo Jauretche, Moreno y Avellaneda.
Entre los jóvenes de los sectores más pobres de la Argentina, tan solo uno de cada diez (12,4%) llega a la universidad. La brecha es enorme: en el decil de mayores ingresos de la población, casi la mitad de los argentinos entre 19 y 25 años estudia una carrera universitaria. La disparidad se ensancha aún más, a su vez, si se mira la permanencia durante la cursada.
Los datos surgen de un nuevo informe del Observatorio de Argentinos por la Educación, con autoría de Ivana Templado (FIEL), Gabriela Catri, Martín Nistal y Víctor Volman del Observatorio. El documento analiza las desigualdades educativas en el nivel superior a partir de los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), que muestran que la población joven más numerosa se encuentra en el puesto número 2 y el más alto -el 10- es el que incluye menos argentinos entre los 19 y los 25 años.
Si se consideran también las carreras terciarias se registran inequidades. El 17,5% de los jóvenes del decil 1 alcanza el nivel de estudios superiores, mientras que la cifra asciende al 52,3% entre los de mayores ingresos.
La cifra, en realidad, guarda un vínculo estrecho con las tasas de egreso en el nivel secundario: un alto porcentaje de los chicos más pobres no logra siquiera terminar la escuela. La brecha de acceso a los estudios superiores se da en un sistema gratuito y con ingreso irrestricto (sin exámenes ni otros filtros), lo cual lo vuelve casi único en el mundo. Esos dos factores progresivos no alcanzan a incluir a la gran mayoría de los jóvenes vulnerables.
Asimismo, más allá del ingreso a la universidad, las cifras reflejan grados muy distintos de continuidad durante la carrera que también se vinculan al nivel socioeconómico. En el primer año, los estudiantes de menores ingresos (decil 1) representan el 7,9% del total de alumnos, mientras que en el quinto año representan el 1,1% del total. En contraste, en el primer año, los jóvenes de mayores ingresos (decil 10) representan el 5,3% de la matrícula y alcanzan el 12,7% en el último año.
“La educación es uno de los factores vinculados a las posibilidades de empleo: las mayores tasas de empleo se observan entre quienes cuentan con estudios secundarios o superiores completos. Hay un fuerte componente de desigualdad asociado a esta estadística porque tanto la terminalidad del nivel medio, como el posterior acceso, permanencia y finalización de los estudios superiores, están muy relacionados con el nivel de ingresos de los estudiantes”, explicó Ivana Templado, coautora del informe, que agregó: “Para desarticular este círculo, urge regenerar la capacidad igualadora del sistema educativo”.
Durante 2022 se crearán cinco nuevas universidades nacionales; todas ellas en la provincia de Buenos Aires: la de Pilar, la de Cuenca del Salado, la del Delta, la de Ezeiza y la de Saladillo. Con las cinco nuevas casas de estudios, sumado al Instituto Madres de Plaza de Mayo que subirá de rango, serán 63 las universidades nacionales.
De ese modo, este año se reactivará una política de expansión del sistema de educación superior que signó al kirchnerismo. Entre 2003 y 2015, durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, se abrieron 17 universidades nacionales. La mayoría, nueve de ellas, radicadas en el conurbano bonaerense como José C. Paz, Arturo Jauretche, Moreno y Avellaneda.
Entre los jóvenes de los sectores más pobres de la Argentina, tan solo uno de cada diez (12,4%) llega a la universidad. La brecha es enorme: en el decil de mayores ingresos de la población, casi la mitad de los argentinos entre 19 y 25 años estudia una carrera universitaria. La disparidad se ensancha aún más, a su vez, si se mira la permanencia durante la cursada.
Los datos surgen de un nuevo informe del Observatorio de Argentinos por la Educación, con autoría de Ivana Templado (FIEL), Gabriela Catri, Martín Nistal y Víctor Volman del Observatorio. El documento analiza las desigualdades educativas en el nivel superior a partir de los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), que muestran que la población joven más numerosa se encuentra en el puesto número 2 y el más alto -el 10- es el que incluye menos argentinos entre los 19 y los 25 años.
Si se consideran también las carreras terciarias se registran inequidades. El 17,5% de los jóvenes del decil 1 alcanza el nivel de estudios superiores, mientras que la cifra asciende al 52,3% entre los de mayores ingresos.
La cifra, en realidad, guarda un vínculo estrecho con las tasas de egreso en el nivel secundario: un alto porcentaje de los chicos más pobres no logra siquiera terminar la escuela. La brecha de acceso a los estudios superiores se da en un sistema gratuito y con ingreso irrestricto (sin exámenes ni otros filtros), lo cual lo vuelve casi único en el mundo. Esos dos factores progresivos no alcanzan a incluir a la gran mayoría de los jóvenes vulnerables.
Asimismo, más allá del ingreso a la universidad, las cifras reflejan grados muy distintos de continuidad durante la carrera que también se vinculan al nivel socioeconómico. En el primer año, los estudiantes de menores ingresos (decil 1) representan el 7,9% del total de alumnos, mientras que en el quinto año representan el 1,1% del total. En contraste, en el primer año, los jóvenes de mayores ingresos (decil 10) representan el 5,3% de la matrícula y alcanzan el 12,7% en el último año.
“La educación es uno de los factores vinculados a las posibilidades de empleo: las mayores tasas de empleo se observan entre quienes cuentan con estudios secundarios o superiores completos. Hay un fuerte componente de desigualdad asociado a esta estadística porque tanto la terminalidad del nivel medio, como el posterior acceso, permanencia y finalización de los estudios superiores, están muy relacionados con el nivel de ingresos de los estudiantes”, explicó Ivana Templado, coautora del informe, que agregó: “Para desarticular este círculo, urge regenerar la capacidad igualadora del sistema educativo”.
Durante 2022 se crearán cinco nuevas universidades nacionales; todas ellas en la provincia de Buenos Aires: la de Pilar, la de Cuenca del Salado, la del Delta, la de Ezeiza y la de Saladillo. Con las cinco nuevas casas de estudios, sumado al Instituto Madres de Plaza de Mayo que subirá de rango, serán 63 las universidades nacionales.
De ese modo, este año se reactivará una política de expansión del sistema de educación superior que signó al kirchnerismo. Entre 2003 y 2015, durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, se abrieron 17 universidades nacionales. La mayoría, nueve de ellas, radicadas en el conurbano bonaerense como José C. Paz, Arturo Jauretche, Moreno y Avellaneda.
Entre los jóvenes de los sectores más pobres de la Argentina, tan solo uno de cada diez (12,4%) llega a la universidad. La brecha es enorme: en el decil de mayores ingresos de la población, casi la mitad de los argentinos entre 19 y 25 años estudia una carrera universitaria. La disparidad se ensancha aún más, a su vez, si se mira la permanencia durante la cursada.
Los datos surgen de un nuevo informe del Observatorio de Argentinos por la Educación, con autoría de Ivana Templado (FIEL), Gabriela Catri, Martín Nistal y Víctor Volman del Observatorio. El documento analiza las desigualdades educativas en el nivel superior a partir de los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), que muestran que la población joven más numerosa se encuentra en el puesto número 2 y el más alto -el 10- es el que incluye menos argentinos entre los 19 y los 25 años.
Si se consideran también las carreras terciarias se registran inequidades. El 17,5% de los jóvenes del decil 1 alcanza el nivel de estudios superiores, mientras que la cifra asciende al 52,3% entre los de mayores ingresos.
La cifra, en realidad, guarda un vínculo estrecho con las tasas de egreso en el nivel secundario: un alto porcentaje de los chicos más pobres no logra siquiera terminar la escuela. La brecha de acceso a los estudios superiores se da en un sistema gratuito y con ingreso irrestricto (sin exámenes ni otros filtros), lo cual lo vuelve casi único en el mundo. Esos dos factores progresivos no alcanzan a incluir a la gran mayoría de los jóvenes vulnerables.
Asimismo, más allá del ingreso a la universidad, las cifras reflejan grados muy distintos de continuidad durante la carrera que también se vinculan al nivel socioeconómico. En el primer año, los estudiantes de menores ingresos (decil 1) representan el 7,9% del total de alumnos, mientras que en el quinto año representan el 1,1% del total. En contraste, en el primer año, los jóvenes de mayores ingresos (decil 10) representan el 5,3% de la matrícula y alcanzan el 12,7% en el último año.
“La educación es uno de los factores vinculados a las posibilidades de empleo: las mayores tasas de empleo se observan entre quienes cuentan con estudios secundarios o superiores completos. Hay un fuerte componente de desigualdad asociado a esta estadística porque tanto la terminalidad del nivel medio, como el posterior acceso, permanencia y finalización de los estudios superiores, están muy relacionados con el nivel de ingresos de los estudiantes”, explicó Ivana Templado, coautora del informe, que agregó: “Para desarticular este círculo, urge regenerar la capacidad igualadora del sistema educativo”.
Durante 2022 se crearán cinco nuevas universidades nacionales; todas ellas en la provincia de Buenos Aires: la de Pilar, la de Cuenca del Salado, la del Delta, la de Ezeiza y la de Saladillo. Con las cinco nuevas casas de estudios, sumado al Instituto Madres de Plaza de Mayo que subirá de rango, serán 63 las universidades nacionales.
De ese modo, este año se reactivará una política de expansión del sistema de educación superior que signó al kirchnerismo. Entre 2003 y 2015, durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, se abrieron 17 universidades nacionales. La mayoría, nueve de ellas, radicadas en el conurbano bonaerense como José C. Paz, Arturo Jauretche, Moreno y Avellaneda.
Entre los jóvenes de los sectores más pobres de la Argentina, tan solo uno de cada diez (12,4%) llega a la universidad. La brecha es enorme: en el decil de mayores ingresos de la población, casi la mitad de los argentinos entre 19 y 25 años estudia una carrera universitaria. La disparidad se ensancha aún más, a su vez, si se mira la permanencia durante la cursada.
Los datos surgen de un nuevo informe del Observatorio de Argentinos por la Educación, con autoría de Ivana Templado (FIEL), Gabriela Catri, Martín Nistal y Víctor Volman del Observatorio. El documento analiza las desigualdades educativas en el nivel superior a partir de los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), que muestran que la población joven más numerosa se encuentra en el puesto número 2 y el más alto -el 10- es el que incluye menos argentinos entre los 19 y los 25 años.
Si se consideran también las carreras terciarias se registran inequidades. El 17,5% de los jóvenes del decil 1 alcanza el nivel de estudios superiores, mientras que la cifra asciende al 52,3% entre los de mayores ingresos.
La cifra, en realidad, guarda un vínculo estrecho con las tasas de egreso en el nivel secundario: un alto porcentaje de los chicos más pobres no logra siquiera terminar la escuela. La brecha de acceso a los estudios superiores se da en un sistema gratuito y con ingreso irrestricto (sin exámenes ni otros filtros), lo cual lo vuelve casi único en el mundo. Esos dos factores progresivos no alcanzan a incluir a la gran mayoría de los jóvenes vulnerables.
Asimismo, más allá del ingreso a la universidad, las cifras reflejan grados muy distintos de continuidad durante la carrera que también se vinculan al nivel socioeconómico. En el primer año, los estudiantes de menores ingresos (decil 1) representan el 7,9% del total de alumnos, mientras que en el quinto año representan el 1,1% del total. En contraste, en el primer año, los jóvenes de mayores ingresos (decil 10) representan el 5,3% de la matrícula y alcanzan el 12,7% en el último año.
“La educación es uno de los factores vinculados a las posibilidades de empleo: las mayores tasas de empleo se observan entre quienes cuentan con estudios secundarios o superiores completos. Hay un fuerte componente de desigualdad asociado a esta estadística porque tanto la terminalidad del nivel medio, como el posterior acceso, permanencia y finalización de los estudios superiores, están muy relacionados con el nivel de ingresos de los estudiantes”, explicó Ivana Templado, coautora del informe, que agregó: “Para desarticular este círculo, urge regenerar la capacidad igualadora del sistema educativo”.
Durante 2022 se crearán cinco nuevas universidades nacionales; todas ellas en la provincia de Buenos Aires: la de Pilar, la de Cuenca del Salado, la del Delta, la de Ezeiza y la de Saladillo. Con las cinco nuevas casas de estudios, sumado al Instituto Madres de Plaza de Mayo que subirá de rango, serán 63 las universidades nacionales.
De ese modo, este año se reactivará una política de expansión del sistema de educación superior que signó al kirchnerismo. Entre 2003 y 2015, durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, se abrieron 17 universidades nacionales. La mayoría, nueve de ellas, radicadas en el conurbano bonaerense como José C. Paz, Arturo Jauretche, Moreno y Avellaneda.