Mauro Guzmán: plegaria para un mundo sin estándares

Animales o criaturas desconocidas de cualidades humanas, drageadas con botas altas, chalecos de plumas, terciopelo, pelucas y hasta medias de red, habitan los rincones de la galería Herlitzka + Faria. Algunas vuelan por el aire, otras se paran con firmeza sobre lo que podría ser un escenario, y esperan que un telón hecho de bolsas de residuos se levante para que el público las encuentre en sus debidas posiciones. Enchastrados de color verde, estos cuerpos —que no responden a las normas y huyen de las etiquetas—, habilitan la posibilidad de una post-producción que podría transformar sus sentidos por completo, como sucede con las pantallas de chroma en el cine o la televisión. Son las creaciones del rosarino Mauro Guzmán, y componen, junto a las de Celeste Carnovali, Fabio Risso, Nicanor Roses y Juana Torres, la muestra Eclipse Chroma Key.

“Hay normas a las que quise llegar y no llegué. Solía pensar entonces que las cosas me salían mal. Ahora me doy cuenta que no era ‘mal’, era otra forma”, cuenta a Ñ el artista, que identifica lo queer en su infancia, en las formas de producir que implementaba desde mucho antes que las teorías sobre esta palabra se popularizaran. Los personajes que inventó, dice, podrían adecuarse a diferentes escenas de los Cuentos de la selva, de Horacio Quiroga; un libro que supo atesorar en su biblioteca infantil. Tanto en sus procesos de trabajo —donde, según cuenta, destruye y reformula los géneros y las disciplinas—, como en sus resultados, “el ‘híbrido’ termina siempre manifestándose”.

Obras del artista platense Fabio Risso.

Las criaturas de la muestra incorporan vestuarios que el artista utilizó en performances como La Guzmania; una serie de cortos que realizó en 2016 inspirado en el cine experimental de los años 60, cuyo protagonista es su alter ego drag. O Linda Bler, personaje basado en la auténtica Linda Blair —actriz que interpretó a la niña poseída de El Exorcista y luego probó suerte en el universo del cine erótico—, que él recreó en nueve de sus remakes de clásicos de Hollywood, mezclándolos con problemáticas del arte contemporáneo. “Normal es una palabra bastante fuerte. Es un parámetro que se va desplazando”, dice.

Los mundos de estos personajes del pasado se hacen presentes en la muestra. En 2007, Guzmán exhibió por primera vez la fotoperformance La historia de amor más bella, más grande y más heroica de todos los tiempos, donde Cristo y Superman aparecen besándose, en el Museo Nacional de Bellas Artes de Neuquén. Formuló así una nueva leyenda del amor a contrapelo de los cánones legitimados. La obra tuvo que hacerle frente, más tarde, a varios intentos de censura.

Juana Torres (Rosario, 1960), es otra de las invitadas por Mauro Guzmán.

Además de haber sido invitado por Mauro Herlitzka a mostrar su instalación en la galería ubicada en Retiro, en esta ocasión el rosarino también exhibe su trabajo como gestor: los demás artistas que participan de la muestra integran la Galería Desmayo —fundada por él y Nicolás Mareco en Rosario, hace un año—, que aquí se asoma como vidriera. “En esta exposición, los distintos universos pueden vincularse de forma autónoma. No hay un guión curatorial forzado, es más sencillo, no pensamos en narrativas que no son”, señala.

Frente a la instalación de Guzmán aparece la serie de pinturas de Juana Torres, que investigan las posibilidades de formas y profundidades espaciales. Las obras de Celeste Carnovali parten de rayas dibujadas con reglas, que construyen espacios posibles de habitar dentro del abstracto. Ambas artistas, también rosarinas, exploran los límites de la imagen abstracta.

Las pinturas de Fabio Risso, artista de La Plata, a simple vista remiten a naturalezas muertas. Es mirando de cerca que comienzan a notarse las figuras y los rostros ambiguos, bañados de surrealismo, que el artista traza con esmaltes y acrílicos brillantes dando rienda suelta a la imaginación.

La obra de Nicanor Roses, donde explotan los colores, fue construida a partir de sesiones performáticas en las que diferentes artistas eran invitados a pintar guiados por la música o la lectura de poemas, entre otras propuestas.