Si algo le faltaba al Gobierno era embarcarse en el género “autoayuda”. Pues bien, ya no le falta. En un nuevo esfuerzo por impostar una modernidad apenas marketinera (al final un conservador como Manzur sigue siendo Jefe de Gabinete), ayer se conoció la creación de la Unidad Ejecutora Especial Temporaria Resiliencia Argentina, que desde la grandilocuencia de su nombre expone lo incierto de su tarea (las cosas de verdad tienen nombres simples). Estará a cargo del psicólogo Fernando Melillo, ex aliado de Chacho Alvarez y de Lilita Carrió, que saltó al kirchnerismo tentado por Alberto Fernández y merodea escritorios del Estado desde hace años.
¿Y para qué se crea la Unidad Ejecutora… sarasa sarasa sarasa? La lectura de la justificación ilumina la misma necesidad de disfrazar con el lenguaje lo que carece de entidad real. “Incorporar el enfoque de la Resiliencia con el fin de fortalecer las iniciativas estatales y mejorar sus resultados, junto a los distintos grupos poblacionales y sociales…”. Según la resolución, el enfoque está justificado en “el impacto globalmente catastrófico y subjetivamente traumático que la pandemia del COVID-19 tiene…” Al final, uno de los anexos explica que la Unidad trabajará para mejorar el “humor social” y la “autoestima colectiva”, junto a la “honestidad estatal y la solidaridad”.
Semejante palabrerío exige una pausa. Para empezar, un detalle que no debiera pasar inadvertido. El Gobierno insiste en hablar del “impacto catastrófico y traumático que la pandemia tiene…”. La definición no es casual y constituye un acto de autodefensa. Hoy se sabe de sobra que lo que más afectó la vida cotidiana fue la cuarentena, con su consecuencia de encierro y caída económica, decisión no impuesta por la pandemia sino por el Gobierno.
También resulta sintomático, y con un dejo de comicidad, que la administración de Alberto Fernández reconozca la necesidad de mejorar el “humor social” y la “autoestima colectiva”. Dejándole la mirada humorística a Alejandro Borensztein y su columna de los domingos, hay que decir que, dos años y medio después, en la Rosada tomaron nota de que la paciencia se agotó y las caras de hartazgo tienen una razón concreta: su gestión.
Si se mira la decisión oficial con detenimiento, es la admisión del fracaso del Gobierno en modificar los datos de la realidad que de verdad podrían mejorar no sólo el humor sino la vida de los argentinos: la inflación, el salario y la inseguridad, para empezar a contar. Frente a esa imposibilidad apela, como con la Mesa del Hambre y el Observatorio de políticas de Género, a la creación de una cáscara vacía para hacer creer que se ocupa.
Asoma otro aspecto, ¿es necesaria la creación de una Unidad, con los nombramientos que implica, en un momento en que se reclama la austeridad estatal?
El género de autoayuda tiene, entre otros, un libro clásico, Resistencia (en inglés Endurance) escrito por el ingeniero y astronauta Scott Kelly, que vivió 340 días en la Estación Espacial Internacional. Esa experiencia límite lo obligó a recurrir a toda su capacidad de resiliencia para sobrevivir, proceso íntimo que narra en el libro. Imposible ver que vínculo puede tener un cambio tan personal y profundo con una repartición y la burocracia del Estado.
Pero al menos un reconocimiento, el Gobierno parece haber descubierto que la vida en la Argentina está difícil, tanto como pasar un año en el espacio. Tal vez más.