Un cambio drástico de escenario, en sólo cuestión de horas. El martes, enfrentamientos, muertos, misiles, fuego. El miércoles, recogimiento, expectativa y una cierta esperanza. Es una semana crucial para los ucranianos esta que se transita.
Los avances en la mesa de diálogo de Turquía, aún sembrados de desconfianza por temor a venenos, parecen haber abierto una posible puerta de salida para esta guerra que ya cumplió 34 días. Pero todo está por verse.
Con la banda de sonido de las sirenas anti áreas de fondo (siguieron chillando durante toda la jornada tanto en Kiev como en el oeste), los ucranianos salieron a la calle con un espíritu refundado. No sienten que hayan ganado nada, no hablan de victoria, sino de paréntesis con desenlace incierto.
A los habitantes de la capital los alivia el fin del asedio. Celebraban el anuncio ruso de desescalada de la avanzada militar. Pero admitían en simultáneo que no están dispuestos a entregar nada de territorio a cambio. Ese es el desafío que se viene para el Gobierno de Volodimir Zelenski.
Zonas de batalla atacada en Yasnohordka, en las afueras de Kiev. Foto: Francisco Argerich Hoffmann / Enviado Clarín
Lo que viene
El mandatario que prácticamente no tiene oposición (le midieron 91% de imagen positiva) ahora deberá poner en juego todo ese gran capital edificado de consenso público. Muchos se preguntan, entonces, si estará a la altura.
Los ucranianos reclaman el Donbás y del mismo modo Crimea. No parecen dispuestos a ceder en nada. Y quieren por supuesto saldar esa vieja cuenta pendiente reprimida con cachiporras y balas durante las protestas del Maidán en 2014: ser parte de la Unión Europea.
La OTAN no es un reclamo de la gente. Pero sí la UE. Los ucranianos ven allí el enlace con un mundo de libertades y posibilidades de desarrollo. Ven todo lo contrario cuando voltean la mirada hacia el este.
Ahí piensan lo mismo un arquitecto de Kiev que un granjero de Rivne. Un docente de Zytomir que un universitario de Lviv. El país está unido como nunca en una oposición fervorosa a cualquier tipo de intervención rusa. Es el clima que recogió Clarín durante su cobertura del conflicto y sobre todo los aires que ayer imperaban en diferentes puntos del país.
En Lviv, una ciudad que vivió prácticamente ajena a la guerra, la actividad este miércoles era total. Locales abiertos, tiendas, restaurantes, jóvenes en las calles ofrecían una postal de fin de guerra, a pesar de que nada se ha convenido por ahora entre las partes.
El movimiento de Lviv contrasta con el gran enigma dramático de esta guerra: es imperioso saber cuál es la magnitud de la tragedia en la costera Mariúpol, ciudad que los rusos luego de haber arrasado por completo se estarían quedando para su dominio.
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Pero ahora los elementos están sobre la mesa. La promesa de frenar el asedio a Kiev y Chernihiv, por parte de Rusia. La posible garantía de Ucrania como país neutral. La chance de una cumbre Putin-Zelenski. La idea de un posible referéndum para que sea el pueblo de Ucrania el que establezca el orden de prioridades.
Cartas jugadas, primera mano y todo un país que espera conocer el desenlace, aunque para eso quizás todavía falte.
