En el espacio Ventana a la Cienca, a cargo de Daniela Orlandi, los investigadores del destacado del Conicet y de la Facultad de Agronomía, Paula Filippone y Álvaro Pérez, destacaron los avances que hay en los estudios para impulsar su cultivo en Amaicha del Valle, que por sus condiciones climáticas favorecería a la obtención de hebras de excelente calidad.
Esta especia está teniendo en la actualidad una alta demanda y esto entusiasma a los productores, tanto como el valor que tiene en el mercado , ya que se llega a pagar hasta un millón de pesos por el kilo de azafrán. De allí su denominación de “oro rojo”.
La historia refiere que el cultivo de azafrán ingresó en la Argentina con las inmigraciones españolas e italianas del siglo pasado y se ha sabido adaptar a la región cultivándose en los valles andinos desde Jujuy hasta la provincia de Neuquén. La producción “es incipiente” por sus particularidades: los sistemas de producción son familiares y de forma artesanal. Mientras que en Tucumán, ancestralmente se desarrolla en algunas fincas familiares de Tafí del Valle.
Paula Filippone ponderó el cultivo del azafrán para su desarrollo en Amaicha del Valle, por su similitud con Mendoza donde produce hebras de muy alta calidad, y porque fomenta la agricultura familiar.
Precisamente en los valles tucumanos este cultivo encuentras condiciones propiciar para su desarrollo, tal como lo expresó Álvaro Pérez al señalar que “el azafrán requiere un suelo semiárido, básicamente es un cultivo de desierto, y esto nos sirve para colonizar los terrenos que no son aptos para los cultivos convencionales como soja y maíz”.
La demanda que hay para las hebras de alta calidad proviene de la gastronomía, de restaurantes que ofrecen platos con estilo mediterráneo, donde el azafrán es un aliado de la mesa. Sin embargo, este producto también tiene otro destino poco conocido, pero con mucha más demanda en el país: la industria licorera. Se utiliza para la elaboración del fernet.