Ya era de madrugada y su familia estiraba los festejos de Año Nuevo, pero ella estaba cansada y fue a dormir. La encontraron al día siguiente cerca de la ruta 40, en un descampado de la localidad sanjuanina de Media Agua. Tenía 10 puñaladas en el cuello. Había sido violada. Así murió Yoselín Ailen Rodríguez: asesinada a los 11 años por su primo de 24. Fue el primer femicidio de 2022. Los observatorios que los miden ya sumaron 84 en los primeros tres meses del año, es decir, una mujer asesinada a diario.
Si bien hay femicidios de niñas (este año van 9), la mayoría tiene como víctimas a mujeres más grandes y quienes las matan son sus parejas o ex. Les disparan, les clavan cuchillos, las ahorcan, las ahogan, las cortan en pedacitos porque algo en ellas les molestó.
Los femicidios y las violaciones horrorizan a mucha gente. Pero todavía falta que se entienda cabalmente que la desigualdad es la raíz de la violencia, y cómo esa desigualdad afecta todas las relaciones y todas las trayectorias de vida.
Hay un hilo conductor que pasa de generación en generación, plagado de mandatos y roles estereotipados que siguen dejando a las mujeres a cargo de las tareas de cuidado y crianza, en una división sexual de obligaciones que las deja en desigualdad porque nada de lo que hacen en sus hogares es remunerado. Y son horas que restan para estudiar o encarar carreras más complejas, lo que las lleva a conseguir menos empleos, o más precarios, con sueldos más bajos. Todo esto condiciona su autonomía económica. La dependencia conduce a la sumisión. Hay quienes militan esta dependencia y esta sumisión.
También hay muchos que se espantan ante la violencia pero no hacen nada para terminar con las desigualdades, sin reparar que son el germen de las violencias.
¿Qué podrían hacer?
No sólo es cuestión de no maltratar, minimizar, menospreciar a las mujeres. Mucho menos acosarlas, abusarlas o violentarlas. O permitir que otros varones lo hagan. Se trata de compartir las tareas domésticas, de cuidado y crianza. Que ellas puedan estudiar y trabajar a la par. Que tengan las mismas posibilidades para llegar a puestos de decisión, sueldos similares. La brecha salarial, el techo de cristal, son parte de la violencia.
Un reciente informe de la OMS, UNICEF y ONU Mujeres lo dejó claro: A mayor igualdad, menor violencia. En Europa el 10% de las mujeres sufre violencia. En África, el 50%. La igualdad de género marca el nivel de desarrollo y progreso de un país. ¿Qué sociedad queremos ser?
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