En medio de la ruta, en una recóndita área rural de los Estados Unidos, un micro de larga distancia se detiene bajo la lluvia para que descienda un hombre. Es enorme: un metro noventa y cinco, cien kilos de puro músculo. Tiene el pelo rubio y corto al estilo militar, y un gesto serio e imponente. Camina por la ruta hasta un diner para sentarse a desayunar, pero antes de entrar se cruza en la puerta con una situación incómoda. Un hombre desaliñado y nervioso está maltratando a su mujer a los gritos, al borde de la violencia física. Jack Reacher, el héroe de esta historia, no tiene que hacer más que mirar fijo al muchacho abusivo. Sin decir una palabra ni mover un músculo, sus ojos y su cuerpo (y su tamaño) logran que el hombre que tiene enfrente pierda toda agresividad. “Perdón, es que tuve un día de mierda. No va a volver a pasar”, le dice arrepentido, bajando la cabeza.
La primera escena de Reacher, la nueva serie de Amazon basada en el personaje de las novelas de Lee Child, pinta de cuerpo entero a este superhéroe sin capa cuyo primer enfrentamiento parecería ser con la masculinidad tóxica. En estos días en que el legado patriarcal es una clave de lectura ineludible en cualquier personaje masculino, aparece en las pantallas del streaming un mega hombre que puede ser tan violento como precavido, interpretado por el actor Alan Ritchson, un hallazgo muy lejos del metro setenta y las arrugas del Tom Cruise que personificó a Reacher en dos películas.
En el rol del ex policía militar que vaga por el interior de los Estados Unidos armado con nada más que un cepillo de dientes y una tarjeta de débito, Ritchson está más cerca del Don Draper de Jon Hamm –en su actitud y en su línea de mandíbula– que de los personajes que formatearon la época en la que al autor dio a luz a su personaje. Una estela que habían dejado a fines de los 80 personajes cinematográficos como el John McClane de Duro de matar y el Sargento Riggs de Arma Mortal, o literarios como el Jack Ryan de Tom Clancy o el Jason Bourne de Robert Ludlum. Una época en la que el crimen lo combatían hombres “comunes” y no los miembros del universo Marvel o la Liga de la Justicia.
Jack Reacher no es, justamente, un héroe de esta época, sino de otra. De hecho, la primera temporada de la serie, que ya fue confirmada para una segunda con más episodios, está basada en Killing Floor, la primera novela publicada en 1997, año en que Nicolas Cage copaba el cine de acción con Contracara y Con Air y Bruce Willis salvaba al mundo en El quinto elemento. Killing Floor fue el puntapié de un éxito que ya incluye más de 100 millones de ejemplares vendidos entre los más de veinte bestsellers firmados por Lee Child, seudónimo del escritor inglés James Grant, que hace dos años anunció su retiro de la escritura para que su hermano novelista, Andrew, continúe la saga. Pero la serie llega ahora, rescatando desde el pasado a un tipo de héroe pensado para otros tiempos.
Sin crossovers ni efectos CGI (imágenes generadas por computadora), el errante Reacher tiene más ecos del western y el cine de samurais que del Capitán América, aunque se trate, también, de un militar all-American con todas las medallas al valor bajo fuego que un soldado pueda ganar. Un superhéroe demasiado real –su único escudo es su cuerpo– que al mismo tiempo es un héroe de pura ficción a la antigua, uno que vence a los villanos (y villanas) con su increíble inteligencia deductiva y su imparable fuerza física. Y hay algo de ese anacronismo que parece ser la clave de su atractivo, una humanidad aumentada que no necesita recurrir al sci-fi y la fantasía para construir un superhombre. “¿Cuál es el propósito de la ficción?”, se pregunta Child en El héroe, su ensayo de no-ficción de 2019 (publicado en Argentina por Blatt y Ríos). La respuesta: “Darle a la gente aquello que no tiene en la vida real”.
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