“Quienes me precedieron en este lugar, comprometidos con la defensa del libro, nunca habían cobrado. El uso que de estas figuras hizo la Feria en función de su propio prestigio ha sido mala fe ideológica. Por tanto, soy el primer escritor que cobra por este trabajo”, dijo Guillermo Saccomanno en medio de su discurso inaugural, en la apertura de la 46° edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.
El reconocido escritor y ensayista también denunció excesos de los productores nacionales de papel y señaló en tono crítico la decisión de hacer hace tantos años el evento en La Rural, institución “que fue instigadora de los golpes militares que asesinaron escritores y destruyeron libros”, terminó de decir entre aplausos.
El discurso inaugural de la Feria es, además de una tradición, el espacio político de la cultura y la industria del libro. Este año, en el gran regreso presencial, Saccomanno fue contundente y no dejó tema incómodo sin tocar.
Después de las palabras del Presidente de la Fundación El Libro, Ariel Granica, y los ministros de Cultura de Ciudad y Nación, Enrique Avogadro y Tristán Bauer, respectivamente, cuando faltaban diez minutos para las 20, el escritor subió al escenario entre aplausos y ovaciones, incluso grititos de fans. “No se adelanten, a algunos no les va a gustar”, avisó. Y de alguna forma, cumplió.
La platea, 380 lugares ocupados este año a diferencia del pasado, que fueron 500, fue casi unánime en sostener el festejo en cada punto del discurso. Había políticos, editores, escritores, gente elegante, muchos trajes, perfume y peinados. No pudo entrar la gente que vino a este primer día como público a la Feria.
A la hora de la cita, las seis de la tarde, mientras se daba ingreso al auditorio contiguo al restaurante Central de La Rural, algunas personas preguntaban cómo ingresar y un chico enojado gritó: “Esto debería ser para todos los lectores”.
Así había sido desde Juan José Saer dio el primer discurso inaugural en 2001, para la 27ª Feria. El evento inaugural siempre fue abierto al público, cada año hasta 2019, que la entrada pasó a ser solo con invitación.
Guillermo Saccomanno fue el último orador de la ceremonia de inauguración de la Feria del Libro. Foto Martín Bonetto
Ese año habló Rita Segato y la explicación fue que era muy convocante. Años anteriores, había habido distintas manifestaciones y escraches, después vino la ausencia pandémica y ahora, de regreso, no volvió a ser de ingreso libre, aunque se pudo ver por streaming.
Este año, el reclamo, todo, lo hizo el autor de Cámara Gesell. “La falta de papel se debe a la menor producción de las dos empresas productoras de papel para hacer libros. Una es Ledesma, propiedad de la familia Blaquier/Arrieta, una de las más ricas del país, apellidos vinculados con la última dictadura en crímenes de lesa humanidad, además de relacionados con la Sociedad Rural, escenario en el que hoy estamos. La otra empresa es Celulosa Argentina. Su directivo es el terrateniente y miembro de la Unión Industrial José Urtubey, conectado con la causa Panamá Papers”, lanzó de entrada.
Y así como comenzó con el conflicto de la industria papelera, luego fue creciendo hasta pasar por cada tema que le generó “tensión”, dijo, a la hora de aceptar decir el discurso inaugural.
Saccomanno tampoco dudó en incomodar a los organizadores y contó que al aceptar dar el discurso y pedir que le paguen, después supo quiénes estuvieron en contra.
Una formalidad. Corte de cinta tras los discursos. Foto Martín Bonetto
“Me enteré, a través de algunos amigos, algunos editores, y no daré nombres, supe de quienes se opusieron al pago. Su argumento consistía en que pronunciar este discurso significaba un prestigio. Me imaginé en el supermercado tratando de convencer al chino de que iba a pagar la compra con prestigio”, explicó y volvió a arrancar risas y aplausos del público.
“Es una paradoja o responde a una lógica del sistema que esta Feria se realice en la Rural, que se le pague un alquiler sideral a la institución que fue instigadora de los golpes militares que asesinaron escritores y destruyeron libros”, siguió razonando y también criticó que no haya apoyo del Estado para hacerla en otro lado.
También hubo un repudio a las gestiones de los ministros porteños Soledad Acuña, de educación, y Enrique Avogadro, de cultura y presente en el auditorio. Saccomanno, de jean y camperita de corderoy, relajado pero certero con sus palabras y discurso, siguió dando latigazos con sus palabras. Temprano, antes del comienzo, el nuevo director de la feria del Libro, Ezequiel Martinez, había comentado en los pasillos que estaba contento y estresado, de buen humor, igual, adelantó: “El discurso de Saccomanno va a ser picante”.
Lo fue. De todas formas, el escritor, que en todo momento estuvo relajado, contento, se declaró también optimista con las nuevas camadas de escritores: “Son varias las generaciones que, en el presente, desde la diversidad y la disidencia, están generando escrituras cuestionadoras”.
Para cerrar, declaró, ya en medio de una ovación, y con el auditorio de pie, teniendo en cuenta las dificultades planteadas: “No cambiaría este oficio por nada”.
PC