Carl Lewis hizo historia en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984, en los que conquistó cuatro medallas de oro y emuló el éxito inédito de Jesse Owens en Berlín 1936. Pero el “Hijo del Viento”, una verdadera leyenda viva del atletismo mundial, consiguió además un récord propio en esa cita, porque se tranformó en el primer atleta en la historia en bajar los 10 segundos en los 100 metros, los 20 en los 200 y superar los 8 metros en el salto en largo. Durante 38 años, fue el único en conseguir registros semejantes en esas tres pruebas. Pero el fin se semana, Matthew Boling, un estudiante universitario de 21 años, igualó ese logro y escribió su nombre al lado de uno de los mejores de todos los tiempos.
En el Georgia Tech Invitational, el “Relámpago Blanco” (White Lightning), como ya se lo conoce, corrió los 200 metros en 19s92 -el tercer mejor tiempo de la temporada- y completó el “trío” de marcas que le permitieron alcanzar el récord de Lewis. Una semana antes, en un certamen celebrado en Florida, había registrado 9s98 en el hectómetro. Y a mediados de enero había saltado 8,25 metros en una reunión indoor en Clemson, South Carolina (en abril del año pasado, firmó un salto de 8,02, su mejor registro al aire libre).
Becado por la Universidad de Georgia, donde cursa el tercer año de una carrera con especialización en Negocios, el texano, de 1,88 metro y 78 kilos, es la gran sensación del atletismo universitario estadounidense. Tanta revolución causó en ese nivel que la famosa cadena Dunkin’s Donuts lo eligió como uno de los dos deportistas universitarios -la otra es la basquetbolista de North Carolina Deja Kelly– con los que firmó por primera vez un contrato de patrocinio.
En los locales que tiene la empresa en Estados Unidos, ya se puede pedir un menú bautizado en su honor, que consiste en un café helado con espuma de caramelo salado, un wrap de clara de huevo sin queso y una dona glaseada.
Nacido en Houston el 20 de junio de 2000, Boling heredó la pasión por el atletismo de su mamá Monique, quien practicó triatlón a nivel amateur. Desde pequeño, su gran talento para los deportes lo diferenció de su hermano gemelo Michael, quien siempre sobresalió a nivel académico.
En el colegio secundario, Matthew demostró ser un gran jugador de fútbol americano, pero comenzó a destacarse más en las pruebas de 400 metros y salto de altura. Hasta que se le ocurrió probar con las pruebas de velocidad y en abril de 2019 sorprendió al correr los 100 metros en 9s98 para convertirse en el estudiante de secundaria más rápido de la historia. Fue una jornada de mucho viento, por lo que el tiempo no fue convalidado.
Unas semanas después, en un torneo en la Universidad de Texas, confirmó que su rapidez poco tenía que ver con el viento, porque marcó 10s13 en esa misma distancia y estableció el récord a nivel “high school”. A esa altura, ya tenía en su haber un registro de 8,01 metros en salto en longitud, que había conseguido en marzo de ese año.
Esas actuaciones llamaron la atención de la Universidad de Georgia, que le ofreció una beca completa para sumarlo a su equipo de atletismo. Y él no la desaprovechó. Desde su primera temporada en esa institución, lleva establecidos siete récord universitarios, entre ellos esas tres marcas con las que igualó a Lewis, quien tras los Juegos de Los Ángeles mejoró sus registros y llegó a correr los 100 metros en 9s86, los 200 en 19s75 y a saltar 8,87 metros.
Mientras brilla en las pistas universitarias, Boling comenzó ya a construir su carrera con los colores de su país. En 2018, ganó la medalla de plata como parte del relevo estadounidense 4×400 en el Mundial U20 de Tempere, Finlandia.
Y en 2019, se colgó cuatro oros en el Campeonato Panamericano de esa misma categoría que se disputó en San José de Costa Rica. Allí, se subió a lo más alto del podio en los 100 (10s11) y 200 metros (20s31) y en las postas 4×100 y 4×400, en las que estableció junto a sus compañeros nuevos récords mundiales U20.
Disciplinado y “enfermo del orden”, Boling sabe muy bien que los logros se consiguen con esfuerzo. “Si no sos el número uno no pasa nada, sigue trabajando”, afirma el texano.
También tiene claro cuál es su objetivo a largo plazo: cuando era apenas un niño, le dijo a sus padres que algún día competiría en unos Juegos Olímpicos. Un sueño que, a juzgar por lo que muestra cada vez que pisa una pista, no tardará en cumplir.
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