Con Tecnópolis a tope de público y luego de una jornada que se extendió por más de siete horas con shows para todos los gustos desarrollados en cinco escenarios, a las 22:20 llegó el turno de los números principales del primer día del Quilmes Rock 2022, comenzando con Las Pelotas en el escenario Quilmes, uno de los dos más grandes del festival.
Con llamativa puntualidad y largando sólo segundos después de que Trueno se hiciera la clásica selfie con su numerosa pandilla al final de su convincente show, los de Germán Daffunchio lanzaron su arsenal de emociones vernáculas de la mano de Qué podés dar.
Pronto Pará con la papa sumó intensidad y encendió a ese público fiel del que Las Pelotas puede presumir, la auténtica media naranja del grupo del oeste bonaerense.
De comienzo desparejo, el sonido fue mejorando con el correr de los temas. La puesta en escena y sobre todo el trabajo de luces fueron pros con brillo propio, ayudando a canciones sentimentales como Víctimas del cielo o Como se curan las heridas a dar en el blanco de sus intenciones.
German Daffunchio, de Las Pelotas. Foto. gentileza PopArt
Las Pelotas: un concierto muy esperado
A pesar de que la banda se reinventó con éxito en los primeros shows post pandemia con el espectáculo Versiones -un show completamente adaptado a las posibilidades de la primera etapa de apertura de restricciones- éste fue un concierto muy esperado tanto por el público como por la banda, que finalmente no tuvo la posibilidad de hacer gira de presentación del disco Es así, de 2020.
El final a toda fiesta con Capitán América funcionó como desahogo y festejo, los músicos sonreían con los ojos cerrados y los fans se dejaban la voz en cada palabra.
La ambiciosa aventura de Damon Albarn
Minutos después se ilumina el escenario contiguo y una señal rota de televisión comienza a anunciar que Gorillaz -la aventura más ambiciosa de Damon Albarn- estaba por tomar las tablas.
Gorillaz en Quilmes Rock 2022. Foto gentileza PopArt
La sola presencia en escena de la numerosa formación ya genera el delirio. M1 A1 rompe el hielo a fuerza de guitarras tocadas con la sutileza de un hooligan y un nivel de poderío al que el sonido del show lamentablemente no le hace justicia.
Pero nada frena a un Damon Albarn inspirado y así fue que, envuelto en ropas blancas, moviéndose como un duende alucinado, se encomendó al fino arte del entretenimiento con clase.
Acto seguido, las notas de Strange Timez incrementan el nervio y la voz sampleada de Robert Smith (The Cure) hipnotiza cual chamán holográfico. Cuando el tema entra en régimen rítmico todo comienza a fluir.
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Damon Albarn, de Gorillaz, en Quilmes Rock 2022. Foto gentileza PopArt
Otro nivel de energía
El audio mejora y la noche va arribando a otro nivel de energía. A esta altura ya se pueden apreciar las virtudes de una banda y un coro que suenan de maravillas, entendiendo de forma ejemplar el concepto sonoro de difuminar los límites entre lo orgánico -lo que se toca en vivo- y lo sintético -lo que se dispara a través de samples y secuencias-.
Si hay algo que deja a Damon Albarn en un espacio de total autoridad es su llamativa facilidad para componer canciones que a poco de lanzarse entran en la categoría de “las que sabemos todos”. Y lo mejor: como buen experimentador, siempre tiene el as de la sorpresa, el as de la novedad en la manga logrando mantener el interés luego de más de dos décadas con Gorillaz.
Dicho esto se adivina que el setlist es una delicia para cualquier fan del grupo y una razón para enamorar a ajenos: quien pueda contar con temas del nivel de Last Living Souls, Rhinestone Eyes, 19 2000, Stylo o Andromeda (por nombrar unos pocos) tiene medio show ganado antes de comenzar.
Pero más valioso aún es lo que Gorillaz transmite a veces de manera obvia, otras subliminal. Es que el proyecto funciona como una usina de canciones casi perfectas, sí, pero su máximo aporte es una cosmovisión apasionante sobre lo imperiosamente necesaria que es la multiculturalidad -no confundir con globalización, por favor-.
A través de colaboraciones impensadas, influencias musicales de los cinco continentes que adornan con gran exquisitez ese indisimulable ADN pop y una banda multirracial -tanto en su versión gráfica como en la de carne y hueso-, Gorillaz tuerce, desde Inglaterra, el discurso clásico y eterno del rock y el pop desafiando a morir, poniendo en jaque mate al purismo de unos géneros surgidos en ese país con alma de conquistador.
Una magnífica participación de Trueno
Para coronar esta idea basta tomar como ejemplo la magnífica participación de Trueno para el cierre del show en Clint Eastwood.
El referente local rapeó a sus anchas, canchero y solvente. Y usó el sonido, el ritmo y la actitud como conectores naturales inmaculados: mientras improvisaba con sus palabras sobre La Boca con guiños al argot porteño, Albarn tocaba en una melódica el clásico arreglo dub del máximo hit “gorillero”.
Ambos se miraban fijo a los ojos, evidenciando un lenguaje de contacto que va mucho más allá de idiomas y formalidades Si la UNESCO comenzara a nombrar grupos como patrimonio de la humanidad, Gorillaz sin dudas debería ser uno de los primeros.
MFB