Atravesamos tiempos de aguas volcánicas en los que persisten en lo alto de sus mástiles acomodados los capitanes de los privilegios mientras por debajo, las naves se desplazan gracias al esfuerzo de los que reman y no dejan de remar.
Son dos mundos: el de las batallas antropófagas en las cumbres del gobierno, por un lado, y el de las cruzadas cotidianas de las mayorías que sufren la inflación, la inseguridad y la tragedia.
Todo está relacionado con el abismo educativo.
El ministerio de Educación de Formosa decidió que los alumnos de las escuelas secundarias pueden pasar de año con 19 materias previas. Son las políticas pedagógicas de Gildo Insfrán.
El Gremio de Docentes Autoconvocados hablo de un eventual “genocidio educativo”.
Hay diversas formas de liquidar lo humano en su conjunto y, una no menor, es la disipación por supuestas conveniencias políticas del espíritu escolar.
En simultáneo, en la Feria del Libro, Daniel Filmus, el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación presentó un compendio en homenaje a la mirada, según él de vanguardia, que Néstor Kirchner tenía sobre la educación y sobre la ciencia. Son discursos del presidente difunto en derredor de esos temas.
En la tapa se observa a Kirchner arrebolado, rodeado y abrazado por alumnos inducidos a la alabanza escenográfica, al mejor estilo de nuestro fascismo mágico.
“Él era un hombre con plena conciencia de que la educación era el futuro del país”, apunta Filmus.
No se estaría notando entonces su presunto legado ni en Formosa ni en la provincia de Buenos Aires ni en la Argentina toda, donde la prioridad que por derecho tiene la educación se ahoga en pujas sindicales que se alejan de los claustros para militar la voluntad de poder y la ignorancia.
Esto exime a miles de docentes que sí trabajan a conciencia y que confrontan contra la fuerza doctrinaria de los fanáticos y contra tantas decisiones en favor de la decadencia general.
La compilación de los discursos pedagógicos de Néstor Kirchner que realizó Filmus está prologada por el presidente Alberto Fernández. Todas son palabras y más palabras: “inclusión”, “desarrollo integral”, “nuevas tecnologías.” “La educación pilar fundamental…” En la presentación del texto en la Feria del Libro no faltaron, por supuesto, críticas al liberalismo y otros eslóganes.
Detrás de las palabras está Formosa hoy, con ese disparate “didáctico” promovido para propagandizar a un gobierno autocrático. O Santa Cruz, ese paréntesis perpetuo de la continuidad escolar que se suspende y frena en baches reiterados que rompen el saber y ahondan tantas debacles.
Es sabido que la escuela no es un teatro más para aplaudir a los políticos. No es un espacio de militancia. No es un aparato que incita a aplaudir a quienes están en el poder.
Sin embargo, la utopía de convertirlas en cajas de resonancia del oficialismo continúa vigente en la mentalidad de algunos funcionarios o militantes.
Instalar a Kirchner en el peldaño superior de las jerarquías heroicas por su propagación del saber y la cultura es un modelo de contraste abrupto entre los actos de habla y las acciones tangibles.
Son granos de cursilería política que se siembran como si aún pudieran ser cosechados con réditos.
El punto nodal de la voluntad reaccionaria se percibe en esa contradicción tantas veces verificada entre los discursos de los funcionarios rentistas de la cúpula del poder, en las palabras vacías de los escritores vendidos a esas mismas cajas, y en el abandono deliberado de los hechos en función de la radicalización de las obsecuencias, de los sofismas y de los papelones.
La reacción de los reaccionarios opera simulando que los retrógrados son progresistas, y que los progresistas reales son retrógrados. Constituyen una élite privilegiada circunstancialmente, que como diría Sandor Marai tiende a “rechazar las leyes morales de la democracia” y que consisten no sólo y por supuesto en la división de poderes, sino y muy raigalmente en la ruptura y la distancia que debe tomarse de las alucinaciones discursivas que ven héroes donde hay villanos y no otra cosa.
La “alta” política vive hoy su prosaica confrontación interna conjugando un espectáculo que no resuelve ningún drama concreto.
Enaltecen a Néstor Kirchner como patrono de la educación, de la ciencia y de la cultura.
Esa beatificación suena a una expedición retorcidamente punitiva contra la educación real y popular que quería Sarmiento.
Agraviar la escuela y la educación es ahondar la ciénaga.
Por eso, aún en la ciénaga, y sobre todo en ella, hay que remar.
