El Negro no compartía la pasión de Clemente por las aceitunas, lo suyo eran los alcauciles, pero sí todas las demás: el fútbol, la familia, los amigos, la Argentina, el peronismo, la música (el tango) y, muy profundamente, el amor por lo popular.
Era la materia prima de todas sus cosas y, aunque decía no tener vocación docente, era una delicia escucharlo. Profundamente noctámbulo, en el culto que siempre hicimos de las sobremesas, copaba la banca naturalmente con sus relatos y sembraba así esa conciencia multiplicadora, que era la misma que imprimía en Clemente y en toda su obra.
Juntos. María Verónica Ramírez y Caloi. Gentileza
Para nosotros el laburo fue un lugar más de encuentro, fluyendo entre la diversión, el dibujo, el mate, la charla, la tinta china y el vino. Decía: “Yo sólo trabajo en los ratos libres”, y su mayor fuente de inspiración era el cierre, todas las noches entregaba Clemente con retraso, incluso haciendo parar la rotativa si la tira dependía del resultado de un partido o una definición de actualidad.
Era un tipo amoroso y profundamente contemplativo, capaz de pasarse horas viendo florecer los árboles de la cuadra, o de llamarme a la noche desde su ventana para decirme: “Asomate, María: te regalo una luna…”.
Gracias, Negrito.
De Caloi para María Verónica Ramírez. Gentileza
*María Verónica Ramírez fue esposa de Caloi y es humorista gráfica e ilustradora, autora de “Monstriña”, que se publica los domingos en la contratapa de Clarín.
PC
