Aunque tienen nombre –una es Dolores y la otra Saladina –, en el pueblo todos las llaman ‘las Inviernas’. Ellas no recuerdan si el apodo, algo que cualquiera tiene ahí, como un par de zapatos o un pedazo de pan, les viene de la infancia o si apareció con su regreso.
Son los años 50 en la aldea española de Tierra de Chá y las Inviernas acaban de volver después de treinta años. Recordar no recuerdan mucho. Pero algo malo pasó cuando eran niñas y la marca de ese pasado oscuro también está de regreso.
Cristina Sánchez-Andrade es profesora Asociada de Literatura en la Universidad Complutense.
Las Inviernas (Anagrama) no es la primera novela de la autora y traductora Cristina Sánchez-Andrade, pero es la que la puso en los radares de la crítica y los lectores. El libro, que por momentos recuerda a la novela Los pazos de Ulloa, de Emilia Pardo-Bazán, con quien comparte origen, fue traducido a inglés, alemán, italiano, portugués polaco e italiano y disputó el Premio Herralde de Novela en 2014, cuando quedó como finalista.
El telón de fondo de la trama es la Guerra Civil. Porque, como pasa con los traumas más dolorosos, es un pozo de odio y desmemoria del que siguen (y seguirán) saltando historias que nos recuerden eso de lo que fuimos capaces.
Pero ese pasado se actualiza ahora, con la vuelta de estas dos costureras a las que todos llaman las Inviernas, y también genera una alquimia con otros hechos sorprendentes: la visita de Ava Gardner a España para filmar Pandora y el holandés errante; la muerte de un vecino en la casa de las protagonistas; unos documentos perdidos que parecen haber frenado el tiempo para todos en esa aldea; y los deseos y frustraciones de los habitantes de un pueblo chico, que siempre esconde un infierno grande.
Las Inviernas, de Cristina Sánchez-Andrade (Anagrama, $2.150).
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