Prabhulal Prasannan es un joven estudiante que siempre fue el centro de todas las miradas donde estuviera. Su rostro cubierto en un 80% con lunares lo convertía en una persona única en Kerala, su ciudad de origen en India. Lo adultos susurraban a su paso y los niños se asustaban. Y sufrió la crueldad como pocos.
Cuando Prabhulal comenzaba la escuela, se sentaba solo a la hora del almuerzo porque otros niños tenían miedo de su apariencia y lo intimidaban sin descanso.
Cuenta también que fue seguido una vez por un grupo de chicos mientras estaba en una feria de ciencias. Lo acosaban y no dejaban de preguntarle por qué tenía “cara de excremento”. Al bullying Incluso se sumaba reconoce que hasta ciertos maestros preferían mantenerse alejados.
Por los riesgos, no pudo ser sometido a una cirugía por sus lunares. Foto: Instagram
“Me contaron que cuando nací, afuera del hospital estaba lleno de gente que quería ver al ‘niño diferente’. Se puede que siempre fui una celebridad”, dice hoy con una sonrisa el joven de 24 años.
Escuela y universidad hostil
“Durante mi infancia y adolescencia pasé por muchas experiencias desgarradoras. En clase tuve que sentarme solo en un banco sin nadie alrededor. Los otros niños temían sentarse a mi lado y tuve que quedarme solo cuando todos los demás jugaban juntos”, cuenta.
Además releva otro momento de suma incomodidad: al subir al autobús para ir a la escuela le generaba pánico la posibilidad de que lo intimidaran.
Prabhulal Prasannan llegó a vivir aislado con su familia en Kirala, India. Foto: Instagram
El temor constante de ser burlado llevaron a Prabhulal a vivir en un mundo de relativo aislamiento. Se apartó de sus pocos amigos y de la vida social, y se animó a cuestionarle a Dios por qué había nacido así.
“Siempre que iba al templo a un festival, a una boda o cualquier evento público, esperaba las burlas de la gente”, reconoce.
La vida de Prabhulal Prasannan siempre estuvo marcada por la mirada del otro. Foto: Instagram
Cuando terminó la escuela fue a la universidad con la idea de que allí las cosas fueran diferentes. Imaginó que jóvenes de mayor edad se comportarían diferente, pero no fue así y en su primer día ya huían de él.
Pensó en acabar con su vida pero salió
El dolor y la rabia habían calado tan profundo que Prabhulal incluso consideró acabar con su vida. “Mi marca de nacimiento está destruyendo mis sueños de estudiar, conseguir un buen trabajo, mantener a mi familia, viajar, inspirar a otros y ayudar a los necesitados”, se había planteado en su peor momento.
“Me equivoqué al pensar que la sociedad cambiaría de opinión sobre mí cuando creciera. Me di cuenta de que los conceptos erróneos no cambian por sí mismos y que nosotros debemos propiciar ese cambio”, sostuvo y difunde Metro.
El cambio de actitud llevó al estudiante a mirar la vida de otra manera. Foto: Instagram
Prabhulal descubrió que no podría modificar la visión y opinión de los otros, pero sí la propia. Fue cuando decidió que ya no escondería su rostro ni se avergonzaría de quién era.
Al publicar fotos de él mismo y sus marcas de nacimiento en las redes sociales por primera vez en 2017, Prabhulal pronto recibió decenas de comentarios de extraños que decían que era una inspiración.
“Decidí que ya no iba a esconder mi rostro. Y que a pesar de lucir diferente, soy capaz de lograr mis sueños”, dice.
Lunares y cirugía
Con el tiempo los lunares en el rostro de Prabhulal pararon de crecer y estudió la posibilidad de extirparlos quirúrgicamente.
“Mis lunares negros son mi identidad y aprendí a vivir con ellos”, dice Prabhulal. Foto: Instagram
Pero más allá de la esperanza de un cambio, los médicos lo alertaron sobre el riesgo significativo de una cirugía para extirparlos, en especial los del lado derecho.
Pero el cambio de actitud de Prabhulal repercutió directamente en su ánimo. Y entender que la belleza de las personas viene desde dentro.
“Debemos decidir cómo nos verán los demás, por eso decidí que sea con orgullo. Mis lunares negros son mi identidad. He aprendido aceptarlos y darme cuenta de que soy único en este mundo”, reconoce.
Y cierra con optimismo: “Aquellos que antes se burlaban hoy hablan de mí con orgullo”-