Tal como decía Paul Cézanne, “cuando el color tiene su riqueza, la forma tiene su plenitud”. La cita introductoria es pertinente para reflexionar sobre la obra de Alec Franco, en la que el color reverbera en el límite exacto entre su estridencia e introspección y logra un equilibrio compositivo que exhibe su estructura en suspensión.
Su trabajo más reciente se puede ver en una exposición en la galería Otto que lleva como título El color no está en las cosas, y en la que combina pinturas de pequeño y gran tamaño con resultados entre el intimismo y la expansión. Precisamente aquella cita de Cézanne abre el texto curatorial de Gabriel Palumbo.
Si en obras anteriores Franco trabajaba concentrando el color en una tonalidad predominante (rojo, rosa o azul), ahora no duda en desplegar una paleta muy variada –y en acrílico–, cuyas posibilidades se yuxtaponen y entrelazan en el derrotero de líneas y encuentros de planos de una creciente complejidad compositiva.
“Son los pintores quienes tienen la llave [del enigma del color], tal vez porque saben que el color no está ni en la naturaleza, ni en las cosas, ni siquiera en sus propias paletas y talleres, sino que se crea y recrea en la capacidad de vincular a las personas con el mundo”, reflexiona Palumbo. “La obra de Alec Franco hace ese trabajo con una potente serenidad. Su gesto, que a menudo parece tener una genética violenta y arrebatada, se suaviza en la gran capacidad de comunicación de su manejo del color”.
La riqueza cromática origina formas en el límite de la abstracción/figuración. El artista se refiere de manera consciente a un “mundo celular” planteando, al interior de esta categoría, una distinción entre “plástico” (artificial, agregado) y orgánico (natural, inherente). Los colores fluorescentes dan cuenta de lo primero con sus estruendos a menudo susceptibles de connotaciones superfluas. Sin embargo, podemos pensar, asimismo, sólo en la “abstracción” –prescindiendo de cualquier atisbo mimético– siguiendo las líneas curvas más o menos rígidas en su formulación, con zonas densas y otras transparentes, delimitando contornos y superficies. En tanto, la relación entre un adelante y un atrás de las imágenes se modifica permanentemente sin jerarquías.
En el último tiempo, el soporte se vuelve determinante también de la comunicación de la obra. La percepción se ve atraída, en varios trabajos, por la textura rugosa de un papel de algodón orgánico pensando en sus posibilidades formales y expresivas. “Busco un soporte que sostenga el concepto de la obra”, comentó el artista a Ñ. Sobre él, la pincelada se enfrenta a cierta resistencia y el acrílico se hunde difuminándose los contornos arrojando nuevos encuentros entre los trazos. La relación forma/color/textura se enriquece en la variedad de dimensiones de los soportes.
Franco se inició en el diseño gráfico. Aunque creó su propio estudio y trabajó como para empresas de primera línea, hoy está dedicado a la carrera artística. Como sintetiza Palumbo, en estas obras el artista realiza una operación doble: “Por un lado impulsa la experiencia vital desde la luz , como sabiendo que su falta habilita cosas malas. (…) Por otro, su obra, están en esa búsqueda particular, persistente y necesaria de encontrar y fundar lo que Félix de Azúa llama leyenda cromática. Es la imperiosa y justa tarea de hallar ese color que genere mundos nuevos, que arroje a la experiencia algo que todavía no existe.” Una tarea indispensable en un mundo ávidode imaginaciones activas para proponer otros donde alojarse y generar nuevas formas de existir, tal vez más amables y coloridas.
Alec Franco. El color no está en las cosas
Lugar: Otto Galería, Paraná 1158.
Horario: mar a vie de 15 a 19.
Fecha: hasta el 12 de junio.
Entrada: gratuita.
