miércoles 25 de enero de 2023
La familia real británica siempre fue conocida por sus suntuosos banquetes. Al suceder a Isabel II, el Rey Carlos III no fue la excepción en cuanto al manejo de las comidas.
Tras su asunción dio su primer gran banquete real. Y fue un festín que pocos olvidarán. La variedad de platos y copas extendidos sobre la mesa en forma de “U” fue de pura opulencia.
Carlos III fue el anfitrión de 150 invitados, por lo que los preparativos fueron amplios: se calcula que hubo alrededor de 4000 piezas de vajilla, entre los que se incluían alrededor de 2000 cubiertos.
Se sirvieron, como dictan las reglas reales, cuatro platos: un aperitivo -el cual consiste usualmente en pescado-, un plato principal -el cual suele ser carne-, postre y para coronar la ocasión tartas y pasteles.
Sin embargo, el protocolo es fuerte. La distancia entre cada comensal debe ser sí o sí de 45 cm entre sí. A la vez, cada persona tiene a la izquierda un plato de porcelana y un recipiente de vidrio con mantequilla. Y por si esto no fuera poco, cada invitado cuenta con nada más ni nada menos que 6 copas: oporto, champán, licos, vino blanco, vino tinto y agua.
Como dato curioso, el monarca inglés tiene una especial pasión por la agricultura y la ganadería exológicas, por lo que los productos alimenticios suelen ser derivados de los ingredientes sembrados en sus propias tierras.
Así es cómo el sucesor de Isabel II continúa con las tradiciones familiares, y su primer gran banquete real fue testigo de ello.
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