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Tras dos semanas de puro tenis, Wimbledon ya definió sus dos finalistas que jugarán el próximo domingo en La Catedral con el objetivo de llevarse el Grand Slam con mas prestigió e historia. Por un lado, Novak Djokovic, y por el otro, sorpresivamente, Nick Kyrgios.

El “Bad Boy de Canberra” demostró que pese a estar muy lejos del estereotipo de tenista, tiene el talento suficiente para poner contra las cuerdas a cualquier rival, sin importar su actualidad o su ranking. En el camino eliminó a Paul Jubb, Filip Krajinovic, Stéfanos Tsitsipás, Brandon Nakashima, Cristian Garín y Rafael Nadal (walkover). Justamente, corre con la ventaja de no haber disputado su encuentro por las semifinales y llega con mas energías lo que podría ser su consagración definitiva, obteniendo su primer major, ese tan preciado trofeo que te suma a la elite y separa del resto de jugadores.

En cambio, el “Psicópata”, como lo apodaron en Twitter,  llegó con mucho que perder pero poco por mostrar. Fue el Nole que conocemos de siempre, al cual se podría definir tranquilamente como el mejor sobre el césped, superficie en la que se encargó de dejar su huella. En un largo caminó, dejó fuera del certamen a Soon-Woo Kwon, Thanasi Kokkinakis, Miomir Kecmanovic, Tim van Rijthoven, Jannik Sinner y Cameron Norrie. Con el público en su contra, el solo piensa en su objetivo: obtener el número 21 y acortar la brecha con Nadal. Sin puntos en juego y un prize money que es lo de menos, su motivación es solo ser el mejor, y con eso puede alcanzarle.

El historial beneficia al australiano, que se impuso en los dos duelos anteriores, aunque ninguno fue sobre el verde pasto de Wimbledon y de ambos cruces ya pasaron cerca de 5 años. Pero el serbio esta al tanto de que nunca lo pudo vencer y seguro tome fuerzas de ese detalle.

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De igual manera, cuando ambos tenistas entren a La Catedral el camino previo, las estrategias y los enfrentamientos anteriores no tendrán valor alguno.

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