Hace exactamente 73 años nacía en Estados Unidos una artista que luego se haría mundialmente reconocida, marcada por un talento innato y una voz prodigiosa: Karen Carpenter.
Creció junto a su hermano Richard Carpenter, 4 años mayor que ella, en una casa marcada por contradicciones: arte y creatividad; rigidez y nulo cariño. Era un hogar particularmente comandado por un matriarcado: la exigencia es una palabra que se queda corta para caracterizar a su madre, Agnes. Sumamente estricta, discliplinaria, rígida. Sin embargo, en contraste -aunque tampoco tan cariñoso- estaba su padre Harold, quien emanó la motivación por lo musical en la casa.
El nacimiento de un dúo
Mientras que Richard demostró ser ágil en los teclados del piano, pronto Karen Carpenter demostró serlo en los platillos y bombos de la batería. Y es que al contrario de casi cualquier niña de su edad, afrontaba las imposiciones del género en una época muy difícil para hacerlo. Pero se podría decir que pese a los obstáculos lo logró: en vez de muñecas, prefería ametralladoras de plástico; en vez de danza, prefería el softball.
Odiaba la geometría y la gimnasia y se inscribió en la banda del colegio. Fue en ese momento que descubrió su verdadera pasión por la batería. Y pese a las críticas de que “no era un instrumento femenino”, ella persistió.
Pronto formaron una banda junto a su hermano y un bajista llamado Wes Jacobs y empezaron a interpretar mayormente temas de jazz a lo largo de Hollywood. El nombre del conjunto era The Richard Carpenter Trio. Y entre las pocas grabaciones que se pueden encontrar hoy de aquella época “proto-Carpenters”, se halla la que los comenzó a lanzar a la fama: su interpretación en 1966 del tema “Iced Tea”, tras haber ganado la competencia del “Hollywood Bowl”.
Es una muestra de una etapa en la que la luego icónica voz de Karen estaba silenciada por una interpretación puramente instrumental. Pero esto a la vez dejó a la vista algo que tal vez más tarde no sería apreciado: su enorme virtuosismo músical. No por nada en el año 1975 fue elegida por la revista Playboy como la mejor baterista. Se dice que cuando se enteró John Bonham, el también talentoso baterista de Led Zeppelin, rompió varias habitaciones de hotel.
Un creciente reconocimiento
Pronto, su éxito pasó de boca en boca y pudieron hacerse oír por una discográfica. Sin embargo, el trato no llegó a ningún lado. Frustrado, el bajista dejó la banda y The Richard Carpenter Trio se disolvió. Pero eso no fue ningún impedimento para lo que luego se transformarían.
Richard Carpenter hizo circular varios demos a través de su madre -la influencia de ella se seguía haciendo notar-, hasta que llegó a oídos de Herb Alpert, el fundador de A&M Records. Así, firmaron un contrato y comenzó otro camino.
La discográfica les dio libertad absoluta creativa. Los Carpenters lanzaron su primer álbum bajo el nombre de “Offering”. Sin embargo, no tuvo el éxito esperado, por lo que más tarde fue relanzado como “Ticket to Ride”, el nombre del tema de Los Beatles al que le hicieron un cover en el mismo disco.
Tras este tropiezo, se les sugirió que grabaran un tema que Alpert pensó que sería más comercial: “(They Long to be) close to you”. Y razones no le faltaba: hasta la actualidad es un clásico atemporal.
En la cúspide de la ola
Desde aquel momento, su carrera no se detuvo y la maquinaria de ambos hermanos produjo hits como “Rainy days and mondays”, “We’ve only just begun”, “We’ve only just begun”, “There’s a kind of hush (All over the world)”.
Sin embargo, y a pesar del enorme éxito que ya cultivaban, por detrás el hogar contradictorio seguía infligiendo su daño. Agnes continuaba ejerciendo de matriarca para sus hijos que ya eran jóvenes adultos. Y mientras que mostraba un favoritismo hacia Richard, le exigía de forma constante a su hermana menor. Nunca cumplía sus expectativas.
Consecuencias de esta tóxica influencia fue la oposición de la madre para que Karen se fuera a vivir sola y el comienzo de la alimentación de determinadas sustancias para llegar a la actividad que se pretendía de ellos y para paliar ya conflictos internos. El hermano mayor tomaba un sedante hipnótico para combatir el insomnio, la metacaukona, mientras que la hermana menor llegaba a tomar unas 90 pastillas por día entre tabletas para adelgazar y laxantes.
Y es que la artista estadounidense padecía de un trastorno que hoy en día ya está más difundido y concientizado, pero que en aquel momento apenas lo era: la anorexia nerviosa. A causa de ello, se volvió obsesiva con las dietas, el ejercicio físico y las pastillas. Hacía todo lo posible para bajar un sobrepeso que en realidad no existía. Así, se la pudo ver en varias fotografías y filmaciones de la época con un aspecto preocupante. Y los medios no ayudaban para nada: la llamaban “rellenita” y “gordita”.
Las consecuencias de un hogar contradictorio
Los éxitos continuaban: contratos para cientos de conciertos, múltiples nominaciones a los Grammy, apariciones en programas de televisión. La banda fue dejando un sello indeleble en la música pop. “Yesterday Once More”, o “Top of the World” tienen más de 100 millones de reproducciones en Spotify, lo que muestra su eterno legado musical. Fue quedando en la historia como uno de los mejores dúos populares, informa Voces críticas.
Pero detrás de la cúspide de arte y gloria, la salud psicológica y física de Karen empeoraba. Llegó a desmayarse en uno de los conciertos de Las Vegas. Acudió a ayuda médica. Más tarde, quiso sacar un álbum solista pero desde el sello le dijeron que no funciona. No fue lanzado hasta años después de su muerte. Luego, se reveló la verdadera razón: su hermano Richard estaba celoso de ella. No quería que la figura de su hermana terminara opacándolo.
Y la racha de infortunios no se detuvo. Karen Carpenter conoció a comienzos de los ochenta a un empresario de bienes raíces, Tom Burris. Había dejado a su esposa por ella, y la artista deseaba formar una familia junto a él. Sin embargo, una semana antes del casamiento, le confesó que se había hecho una vasectomía. Karen se sintió traicionada y no quiso casarse, pero el rol de su madre apareció de nuevo y la insistió en continuar con la boda; si se cancelaba sería un escándalo mediático.
De esta forma, ambos contrajeron matrimonio. Pero no duró mucho. Y pronto salió a la luz las verdaderas razones de Burris: estaba lleno de deudas y había comenzado la relación con Karen cual parásito, solo por su fortuna. Y no solo ello, sino que también tenía un constante abuso psicológico hacia ella, diciéndole que se le notaban los huesos, en vez de ayudarla. La relación concluyó en 1982, un año después.
Una estrella se apaga
Luego de la separación, la banda volvió a los estudios en donde grabarían lo que sería su último álbum: Made in America. No tuvo el éxito esperado.
Más tarde, la artista estadounidense pasó por la casa de sus padres previo a concretar el divorcio de quien todavía seguía siendo su marido. Una mañana de un 4 de febrero de 1983, se despertó en su habitación. Prendió la cafetera de la cocina y volvió a su habitación. No aparecía, por lo que su madre fue a buscarla. Subió y fue entonces cuando la encontró acostada en el suelo. No respondía, estaba inconsciente. Llegó la ambulancia y fue llevada a un hospital cercano, pero no se pudo hacer nada.
Karen Carpenter tenía 32 años cuando murió. Fue la primera celebridad que falleció a causa de una anorexia. Sin embargo, y aunque la autopsia dijera lo contrario, su familia entera negó su condición y la toma de medicación.
En su lápida dice “Una estrella en la tierra, una estrella en el cielo”. Y de verdad lo fue. Fue una estrella que ardió de forma intensa. E irradió una voz dulce y cristalina; unas interpretaciones y solos de batería impresionantes; una presencia en el escenario magistral; una determinación para seguir su propio camino, pese a los obstáculos de una época. Artistas como John Lennon o Madonna reconocieron su talento. La música de Karen Carpenter quedó empalmada de forma inmortal a la cultura popular.