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A pesar de la imagen generalizada de los Yakuza como “la mafia japonesa”, la organización es mucho más compleja y antigua de lo que el público en general cree. En un contexto de la supervivencia del más fuerte, de honor al grupo (familia) sobre la propia vida, de actos criminales y esfuerzos humanitarios, los Yakuza son un crisol de contradicciones.

Las actividades de los Yakuza como grupo criminal se remontan a hace más de 400 años. Su primer registro en la historia fue en 1612, cuando autoridades locales hicieron nota de individuos con extraña indumentaria, cortes de cabello raros y actitud anómala: parecían sacados de una obra de kabuki (teatro japonés rico en simbolismo), por lo que empezaron a ser llamados Gente del Kabuki.

Familias criminales

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En los 1700, los Yakuza empezaron a organizarse en familias y miembros del grupo comenzaron a unir fuerzas para protección mutua, lo que sienta las bases para la comparación tan común que se hace entre la Cosa Nostra (Mafia siciliana) y los Yakuza, pues la organización comienza a tomar un carácter “filial y fraternal”, con las responsabilidades e implicaciones morales que eso conlleva. Hoy en día, con más de 25 900 miembros, se identifican cuatro familias (o sindicatos) principales: Yamaguchi-Gumi, Sumiyoshi-Kai, Inagawa-Kai y la rama de Kobe de la Yamaguchi-Gumi.

Así nace la figura que proponen D.E. Kaplan y A. Dubro, la del “agresivo y, aún así, compasivo criminal, inútil para la sociedad establecida pero dispuesto a defender al hombre común”. Ya organizados, con cierto código moral que los llevaba a apreciar el valor del vulgo, es decir, una cierta consciencia de clase, empezaron a proveer servicios de protección a prostitutas, ladrones, traficantes de drogas y otros individuos que no podían confiar su seguridad al gobierno.

No son lo mismo que la Mafia

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La definición más amplia de “mafia”, según B.E. Hill, se refiere a la cooperación para proveer protección extraestatal a consumidores, sobre todo en el mercado ilegal, lo cual podría parecer que valida esa visión, pues los Yakuza se organizan como familias y establecen “seguridad” extragubernamental.

La verdad es que, en general, este grupo criminal se diferencia de los “mafiosos” sicilianos tradicionales en el sentido de que generalmente los japoneses no se involucran en robos, asaltos u otros crímenes callejeros, mientras que la mafia es infame por ese tipo de actividades. Además, los Yakuza son, según Jake Aldenstein y Sarah Noorbakhsh, percibidos como “más amables que sus primos italianos”. La violencia rara vez es contra el “público en general” e incluso hay diplomacia entre sindicatos rivales. Sin embargo, la violencia en que estos incurren cuando grupos criminales extranjeros entran “a su territorio” suele ser terrible.

Simbología: En el ojo público

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Ser parte de un grupo Yakuza no es algo secreto ni mucho menos. Usualmente, los miembros de algún sindicato son conspicuos y sumamente activos en los eventos de su comunidad. La máxima expresión de la extravagancia y exposición de la “Cultura Yakuza” se observa en el barrio de Kabuki-Cho, en el distrito de Shinjuku, en Tokio, donde se pasean por sus calles, en sus propios asuntos, pero es posible espiar, bajo las mangas de sus trajes de etiqueta, los tradicionales tatuajes que marcan su estilo de vida y su devoción a los principios de la familia. Son fieros defensores de su sindicato y de su comunidad.

Los tatuajes de los Yakuza usualmente cubren su cuerpo entero, desde los hombros hasta las piernas. La inspiración para los tatuajes Yakuza suele encontrarse en historias antiguas de héroes y hazañas legendarias y casi siempre son reflejo de su propio código de honor, así como de su lugar en la familia. Algunas de estas representaciones son de fuerza (peces koi), buena fortuna (serpientes albinas) o belleza exótica (tigres), así como deidades de la buena fortuna, la protección (del clan, no de la vida del individuo) y de la guerra.

Ayuda humanitaria

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Durante las peores desgracias, todo el pueblo, incluso aquellos que se encuentran marginados o que son usualmente despreciados, pone manos a la obra para salvar a su comunidad. Este es el caso de los Yakuza, que tienen un historial envidiable de ayuda humanitaria. Por ejemplo, durante el 11 de marzo de 2011, fueron de los primeros en brindar ayuda a la población, junto a las fuerzas de autodefensa japonesas, en la ciudad de Oufunato, en la prefectura de Iwate, luego de que la ciudad fuera devastada. Esa participación no fue cubierta por los medios japoneses y fue solo marginalmente comentada por medios extranjeros, dado que en general, el gobierno de Japón mantiene una postura fría hacia los Yakuza.

Los Yakuza surgen del pueblo y están dedicados al pueblo. A pesar de que entre sus filas existen elementos pendencieros y violentos, la estructura de sus organizaciones es la de una familia que se encuentra relacionada con su comunidad y que presta un servicio, aunque ese servicio es proteger a los “sectores más vulnerables” que están “expuestos” a represalias por parte de la policía o de sus pares.

Primeros negocios

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El “estilo” Yakuza surge del modo de vida del apostador o bakuto, que es una especie de truhan y aventurero urbano, un personaje que esperarías encontrar en una novela picaresca de la tradición española. Estos controlaban pequeños puestos en las ferias y en los mercados y empezaron a tener fama de vender mercancía de mala calidad y de llevar a cabo prácticas de negocios engañosas y fraudulentas.

Es creencia común que el apelativo “yakuza” viene, de hecho, de un juego de cartas japonés, llamado Hanafuda (Nintendo, la compañía de videojuegos, empezó en 1889 siendo una compañía productora de cartas como estas, hechas a mano). El vocablo se derivaría de la peor mano en el juego, la cual consiste en un ocho, pronunciado “Ya”, un nueve (ku) y un tres (za).

Actualidad

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A pesar de la implementación de las Ordenazas de Exclusión de Yakuza, también llamadas ordenanzas de exclusión del crimen o Bouryoku-dan Haijo Jourei, que, dependiendo de la región, piden u obligan a los ciudadanos a no relacionarse con los Yakuza, se estima que para 2020 existían unos 25 900 miembros activos pertenecientes a algún sindicato.

Aunque la cúspide de su poder e influencia ocurrió allá por los 1960, cuando sus miembros sumaban unos 180 000 activos, los Yakuza siguen existiendo hoy en día y a pesar de su poderío y riqueza han menguado, siguen siendo una espina en el costado del gobierno japonés y una parte importante de la cultura y de la sociedad del país del sol naciente, haciendo su aparición en diversos productos artísticos japoneses, desde la literatura hasta los videojuegos.





Fuente Nuevo Diario