“No todos somos lo mismo; no todos somos iguales; hay funcionarios que hacen lo correcto”. Esto les diría a los jueces y fiscales hoy, en una sociedad donde los profesionales del Derecho -tan vapuleado– estamos tan vapuleados.
“Que honran su profesión; que son humanos con sus imperfecciones y aciertos; que debemos separar el funcionamiento de la Justicia como institución, de los valores que constituyen la subjetividad de la inmensa mayoría de estas personas que persiguen el bien común”. Este mismo agradecimiento lo hago extensivo a todo el personal de los Juzgados, Fiscalías y cuerpos auxiliares de la Justicia. Y ahora lo repito y me lo digo a mí mismo: no todos son iguales y no somos todos lo mismo. Para algunos existen límites éticos que nunca cruzaríamos.
Vivimos un tiempo donde constantemente se intenta devaluar nuestra tarea, algunas veces justificadamente y otras de forma exacerbada e injusta. El problema a mi entender es que esta devaluación se fue convirtiendo en la regla, y cuando la opinión social legitima una regla como verdadera revertirla se vuelve una batalla titánica.
Quien transita a diario los Tribunales a diario, hoy en día prácticamente vacíos, sabe bien que la excepción son los malos funcionarios, y que en su gran mayoría, por el contrario, son diligentes, prudentes y que atienden cada llamado telefónico por alguna consulta como si estuvieran en mesa de estrada adaptándose a esta nueva modalidad luego de la pandemia. Ahora bien, cómo dije no todos somos iguales.