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El aroma corporal evoluciona a lo largo de la vida y los cambios que se producen tienen una explicación biológica.

Durante la infancia, el olor suele ser suave debido a la baja actividad de las glándulas sudoríparas y a un microbioma (comunidad de microrganismos) cutáneo sencillo. Aun así, los padres son capaces de identificar la “fragancia” que despide su hijo y preferirla a la de niños desconocidos.

Los olores que en este caso generan una percepción olfativa emocional (información hedónica) agradable o familiar, activan las redes neuronales de la recompensa y el placer y disminuyen las respuestas al estrés. En coherencia con esto, las madres con trastornos del vínculo posparto no desarrollan este reconocimiento ni preferencia olfativa de su bebé.

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Fuente: Nexofin